Feliz Halloween!!!
Tenéis algún plan para esta noche de Halloween? Yo sinceramente no, pero sí que tengo compañeras de trabajo que han sido invitadas a fiestas especiales esta noche con la condición de llevar alguna cosilla típica de Halloween. Una de mis compañeras nos contaba hoy que ella y su novio han estado trabajando este finde en una calabaza para su fiesta de Halloween de esta noche. Espero que nos traiga fotos.
Y yo este fin de semana, he estado súper aplicada en la cocina chicos, de verdad. Cada día estoy más enganchada a los fogones y el horno se ha convertido en uno de mis mejores amigos. Me da calor, me reconforta, cada día tenemos más confianza el uno con el otro… Parece que estoy hablando de mis amigos o de mi chico jeje, pero no! De ellos recibo lo mismo, pero de una manera diferente. Eso si el cariño es recíproco.
Y hoy quiero compartir con vosotros una receta muy especial (cada plato que hago, digo que es especial, verdad?). Pues hoy de verdad. Esta receta es muy, muy especial para mí y la tenía como un reto por el motivo que os cuento a continuación:
Esta receta se la dio una señora a mi tía hace muchos años. Pero esta señora, no fue una señora cualquiera en nuestras vidas. No podía tener un nombre más especial. Se llamaba Luz y realmente era eso: LUZ. Luz en su cara, por aquel cutis tan fino y sin apenas arrugas con sus 92 años. Luz en su expresión, por la simpatía que irradiaba. Luz en su cuerpo, por su elasticidad y dinamismo hasta su último día.
Yo sólo conocí a mi abuela paterna (que no era especialmente cariñosa) y debo reconocer que gracias a Luz tuve cubiertas todas mis necesidades de tener una abuela. Cuando mis hermanos y yo éramos pequeños y mi madre o mi tía tenían que salir, ella nos cuidaba. Cuando pasaba el verano en casa de mis tíos, no había tarde que no me llamase “para ir a verla” y salía de su casa con miles de historias de la guerra (qué de abuela, estas historias no?), con unas galletas, un trozo de bizcocho e incluso con 20 durinos para la hucha.
Me acuerdo especialmente de un molinillo de café de madera que tenía con su apertura para meter el café en grano, la manivela y un cajoncito para recoger el café ya molido. Tenía unos dibujos con cafeteras, tazas etc tan bonitos que me tenía hechizada.
Pues como hace ya unos añitos por estas fechas que nos dejó, quería que conocieseis un poco a Luz y la receta de esta empanada que nos dejó a mi tía, a mí y ahora a todos vosotros también. La masa de la empanada no es pan y tampoco es hojaldre, no sé explicároslo muy bien, pero sí os puedo decir que está riquísima.
Aquí tenéis los ingredientes:
Para la masa:
150 ml de aceite
150 ml de vino blanco
200 ml de nata
Una cucharadita de sal
1 sobre de levadura
Harina (la necesaria)
Para el relleno:
300 g de tomate pelado (yo usé una lata de 300 g)
½ pimiento rojo
½ cebolla
2 latas de atún (de las pequeñas alargadas – es que no sé qué cantidad llevan exactamente)
Preparación:
En una sartén, ponemos un poco de aceite de oliva y pochamos la cebolla y el pimiento cortado en trozos pequeños. Cuando estén bien pochados, añadimos el tomate en trozos pequeños y dejamos que se haga una salsa bien reducida (que se consuma casi todo el caldo). Dejamos enfriar y cuando esté fría, mezclamos las dos latas de atún. Reservamos.
En una fuente, echamos el aceite, el vino blanco, la nata, la sal y revolvemos hasta que todos los ingredientes se unan bien.
Sobre la masa, tamizamos la levadura y vamos tamizando harina de poca en poca cantidad y mezclando con una cuchara de madera. Es recomendable que la harina se vaya añadiendo poco a poco y se vaya mezclando con la cuchara porque así vamos a controlar que no nos excedamos de la cantidad necesaria. Vamos añadiendo más harina (tamizando siempre) hasta que veamos que la masa se despega de la cuchara de madera y de los bordes de la fuente.
Cuando estemos en ese punto, podemos pasar a amasar y si no se nos pega a las manos, tendremos la masa lista. Si por el contrario, vemos que aún se nos pega a las manos, podemos añadir un poco más de harina hasta conseguirlo. Aunque parezca un poco ambiguo, al hacerla enseguida os daréis cuenta de este efecto.
Cuando tengamos la masa lista, la dejamos reposar media horita. Preparamos el molde untándolo de mantequilla y espolvoreando con un poco de harina.
Una vez pase el tiempo de reposo, partimos la bola en dos de igual tamaño y dejamos un trocito pequeño aparte que usaremos para el adorno de la empanada.
Cogemos una de las bolas y con el rodillo la extendemos hasta conseguir la forma deseada, según el molde que usemos (yo usé uno de 28 cm de diámetro). La lámina debe set finita ya que la levadura la hará hinchar en el horno. La colocamos como base de la empanada haciendo que la masa suba por el borde del molde unos 2.5 cm. Vertemos la salsa de tomate con bonito que teníamos reservada y extendemos bien con un tenedor, igualándolo por todas partes.
Cogemos la otra bola de masa y hacemos la misma operación que hemos hecho anteriormente. Tapamos la empanada y vamos a sellar los bodes haciendo que el borde inferior de masa se una con el superior. Sellamos con un tenedor y hacemos lo mismo a toda la empanada.
Con el trocito de masa que apartamos anteriormente, decoramos la empanada. En este caso, hice unas tiras y unas bolitas que coloqué en la superficie de la misma. Pintamos empanada con huevo y metemos en el horno 40 - 45 minutos a 180 º.
Enseguida veremos que la empanada coge un color precioso. Así que imaginaos cuando le hinquemos el diente...
Mmmm, deliciosa, de verdad. Espero que os guste. A mi chico y su familia les encantó y a mí me encantaría teneros a todos aquí para daros un trocito, de verdad.
Un beso muy, muy fuerte.